(International Congress on Dei Verbum)
Uso de la Biblia en la Liturgia
Desde los comienzos de la Iglesia, la lectura de las Escrituras ha formado parte de la liturgia cristiana, parcialmente heredera de la liturgia sinagogal. Hoy, todavía, es sobre todo en la liturgia donde los cristianos entran en contacto con las Escrituras, en particular en ocasión de la celebración eucarística dominical.
En principio, la liturgia, y especialmente la liturgia sacramental, de la cual la celebración eucarística es su cumbre, realiza la actualización más perfecta de los textos bíblicos, ya que ella sitúa su proclamación en medio de la comunidad de los creyentes reunidos alrededor de Cristo para aproximarse a Dios. Cristo está entonces "presente en su palabra, porque es él mismo quien habla cuando las Sagradas Escrituras son leídas a la Iglesia" (Sacrosanctum Concilium, 7) El texto escrito se vuelve así, una vez más, palabra viva.
La reforma litúrgica decidida por el Concilio Vaticano II se ha esforzado en presentar a los católicos un más rico alimento bíblico. Los tres ciclos de lecturas de las misas dominicales otorgan un lugar privilegiado a los evangelios, para poner a la luz el misterio de Cristo como principio de nuestra salvación. Al poner en relación, regularmente, un texto del Antiguo Testamento con el texto del evangelio, este ciclo sugiere frecuentemente el camino tipológico para la interpretación de la Escritura. Como se sabe ésta no es la única lectura posible.
La homilía, que actualiza explícitamente la Palabra de Dios, forma parte de la liturgia. Volveremos a hablar de ella a propósito del ministerio pastoral.
El leccionario surgido de las directivas del Concilio (Sacrosanctum Concilium, 35), debía permitir una lectura de la Sagrada Escritura "más abundante, más variada y más adaptada". En su estado actual, no responde sino en parte a esta orientación. Sin embargo, su existencia ha tenido felices efectos ecuménicos. En algunos países, ha permitido, además, medir la falta de familiaridad de los católicos con la Escritura.
La liturgia de la Palabra es un elemento decisivo en la celebración de cada sacramento de la Iglesia. No consiste en una simple sucesión de lecturas, sino que debe incluir igualmente tiempos de silencio y de oración. Esta liturgia, en particular la Liturgia de las Horas, acude como fuente al libro de los Salmos para hacer orar a la comunidad cristiana. Himnos y oraciones están impregnados del lenguaje bíblico y de su simbolismo. Esto sugiere la necesidad de que la participación en la liturgia esté preparada y acompañada por una práctica de lectura de la Escritura.
Si en las lecturas "Dios dirige su palabra a su pueblo" (Misal Romano, n. 33), la liturgia de la Palabra exige un gran cuidado, tanto para la proclamación de las lecturas como para su interpretación. Es, pues, deseable que la formación de futuros presidentes de asambleas y de aquéllos que los acompañan, tenga en cuenta las exigencias de una liturgia de la Palabra de Dios fuertemente renovada. Así, gracias a los esfuerzos de todos, la Iglesia continuará la misión que le ha sido confiada, "de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo" (Dei Verbum, 21).
*Discurso* de su Santidad el Papa Juan Pablo II Sobre la Interpretación de la Biblia en la Iglesia.
(Este discurso fue pronunciado en la mañana del viernes 23 de abril de 1993, durante una audiencia conmemorativa de los 100 años de la Encíclica " Providentissimus Deus" de León XIII y de los cincuenta años de la Encíclica " Divino Afflante Spiritu" de Pío Xll, ambas dedicadas a los estudios bíblicos. La audiencia tuvo lugar en la sala Clementina del Vaticano. Participaron en ella los miembros del Colegio cardenalicio, del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, los de la Pontificia Comisión Bíblica y el profesorado del Pontificio Instituto Bíblico. Durante la audiencia, el Cardenal J. Ratzinger presentó al Santo Padre el documento de la Comisión Bíblica sobre la interpretación de la Biblia en la Iglesia)




