1º Círculo- Prólogo

Regla del Carmen, números 1 a 3. “Vivir en obsequio de Jesu Cristo” Definir el sentido de la vida

Frei Carlos Mesters, O. Carm.

 

  1. Un poco de historia: Los primeros carmelitas y el Patriarca Alberto

 

  1. De acuerdo con las informaciones del propio prólogo, los primeros carmelitas ya vivían en comunidad bajo la obediencia a B., cerca de una fuente, en el Monte Carmelo. Ellos habían encontrado una nueva amanera de vivir el Evangelio y querían que fuese aprobada por la Iglesia. Por eso, elaboraron una propuesta y fueron a hablar con Alberto., patriarca de Jerusalén. Esta propuesta es antecedente de la futura Regla del Carmen, pues, como el propio Alberto afirma en el prólogo (RC 3), él aceptó la propuesta y, con su autoridad, l a transformó en Forma de Vida, no sólo para aquél primer grupo de carmelitas, sino también para todos los que vinieran después.
  2. Todo esto ocurrió entre 1206 y 1214, los años en que Alberto fue patriarca de Jerusalén. No sabemos el año exacto. Algunos dicen que fue en 1209. Es posible. Pero a causa del valor simbólico del número 40, nos parece mejor decir que fue en 1207. Es que exactamente 40 años después, el 1º de octubre de 1247, la Forma de Vida dada por Alberto, fue oficialmente aprobada por el Papa Inocencio IV como Regla de la Orden del Carmen. El pueblo de Dios pasó 40 años en el desierto, Entre la salida de Egipto y la toma de posesión de la Tierra Prometida. El profeta Elías anduvo 40 días por el desierto hasta llegar a la Montaña de Dios. Jesús ayunó 40 días en el desierto para prepararse a su misión.
  3. En las pocas frases del prólogo Alberto tiene la preocupación de situar a los carmelitas dentro de la tradición del Pueblo de Dios. Imitando el gesto con que el apóstol Pablo acostumbraba a comenzar sus cartas (Rom.1,1; 1Cor1,1; 2Cor 1,1), Alberto presenta la Regla como una prolongación y actualización del Nuevo Testamento para los carmelitas. Además de eso, citando la Carta a los Hebreos (Heb.1,1) él hace saber que la vida de los carmelitas está en continuidad con la tradición de los Santos Padres de la Iglesia. El dice: Muchas veces y de muchas maneras los santos padres establecieron cómo cada uno, cualquiera sea el estado de vida a que pertenezca o la forma de vida religiosa que haya escogido, debe vivir en obsequio de Jesucristo y servirlo fielmente con corazón puro y conciencia limpia. En aquel tiempo, como hoy, había muchas formas de “vivir en obsequio de Jesucristo”. Estaban los ermitaños, los peregrinos, los monjes, los templarios, los mendicantes. Estaban las Reglas de san Agustín, San Basilio, San Benito, San Francisco. Había muchas órdenes y congregaciones. Pero Alberto reconoce que aquél grupo de carmelitas del Monte Carmelo tenía un camino diferente, una propuesta nueva. A pesar de ser llamados ermitaños como los antiguos monjes, los primeros carmelitas tenían elementos nuevos y diferentes en su manera de vivir el Evangelio. Ninguna de las reglas existentes correspondía a la vida que ellos querían llevar. Precisaban algo nuevo.
  4. La novedad de este camino, propio de los carmelitas, va a ser descrita en la Forma de Vida que será la Regla del Carmen. Es la Regla más corta de todas las que existen en la Iglesia. Cada carmelita, cualquiera que sea el estado de vida a que pertenezca o el modo de vida religiosa que haya escogido, procura vivir esta Regla dentro de su propio estado de vida: hombre o mujer; casado o soltero; fraile o sacerdote; hermana de clausura o de congregación; laico, laica o miembro del clero; orden primera, segunda o tercera; miembro de movimientos o de asociaciones que se inspiran en la Regla del Carmen,... Hasta hoy, todos nosotros nos reunimos alrededor de esta misma fuente para beber de su agua que brota para la vida eterna.

 

  1. El camino que nos propone la Regla del Carmen

 

  1. El camino que nos propone la Regla del Carmen es el de todo cristiano: Vivir en obsequio de Jesucristo. La Regla describe la manera como los miembros de la familia carmelitana deben ir por este camino. La expresión “en obsequio de Jesucristo” viene de 2Cor 10,5. En la edad media, la expresión “vivir en obsequio de Jesucristo” era usada para designar el nuevo tipo de Vida Religiosa que los mendicantes procuraban llevar. En aquél tiempo, los empleados de las grandes extensiones de tierra decían: “vivimos en obsequio de fulano de tal, señor de esta tierra”. Los carmelitas, como tantos otros peregrinos y cruzados, habían salido de ese mundo de los señores de la tierra para ir en peregrinación hasta Tierra Santa. Ellos decían: vivimos en obsequio de Jesucristo, el Señor de Tierra Santa.
  2. La expresión vivir en obsequio de Jesucristo retoma la riqueza y la densidad de la expresión Seguir al Jesús de los Evangelios, donde se destacan tres aspectos:
  • Imitar el ejemplo del Maestro: En el tiempo de Jesús, quien seguía a un maestro tenía en él un modelo de vida, un ejemplo a imitar. La convivencia diaria del discípulo con el maestro permitía una confrontación permanente. Así, quien seguía a Jesús tenía en él un modelo a reproducir en su vida (Jn 13,13-15). En la “escuela de Jesús” sólo se enseñaba una única materia: Jesús, él mismo. Hoy, esto exige de nosotros una lectura constante y orante de los Evangelios (RC 10) para que podamos conocer a Jesús, modelo a imitar.
  • Participar del destino del Maestro: En el tiempo de Jesús, quien seguía a un Maestro debía andar con él por todas partes, incluso cuando esto fuera difícil o exigiera sacrificio. Así, quien seguía a Jesús debía comprometerse con el y “estar con el en las tentaciones” (Lc 22,28). Incluso en la persecución (Jn 15,20; Mt.10,24-25), y en la muerte (Jn 11,16). Hoy, aquí, en _América Latina, esto exige de nosotros un compromiso serio con aquello que la Iglesia nos pide, a saber, la opción por los pobres (Puebla), sin tener miedo a las consecuencias.
  • Tener la vida de Jesús dentro de sí: Después de la Pascua, a la luz de la Resurrección, apareció una tercera dimensión. Es la dimensión mística, fruto de la acción del Espíritu Santo. Es lo que san Pablo define con la siguiente frase: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mi” (Gál. 2,20). Es lo mismo que Pablo describe en la carta a los Filipenses: morir con Cristo en servicio a los hermanos para poder vivir con el en la Resurrección (Fil 3,7-12). Hoy esto exige de nosotros un ejercicio continuo de la presencia de Dios. Meditar día y noche la ley del Señor (RC 19).
  1. Estamos llamados a vivir en obsequio de Jesucristo y de servirlo fielmente con corazón puro y conciencia serena. La expresión corazón puro y conciencia serena viene de 1Tim 1,5. Y es viviendo dentro del camino indicado por la Regla que el corazón se purifica y la conciencia encuentra serenidad y paz.
  • Corazón puro: “Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”, dice Jesús (Mt. 5,8). La “pureza de corazón” es el punto de llegada de una larga caminata. Ella indica la constancia espiritual y la paz interior que permite hacer discernimiento de espíritus. Ella percibe qué es y qué no es de Dios. Hoy, en este mundo nuestro de TV y de supermercados, de propaganda política y de movimientos de moda, no le es fácil a una persona discernir qué es de Dios y qué no. La purificación del corazón de la que habla la Regla es muy actual y más necesaria que nunca. Es ver las cosas no con los ojos del mundo, sino con los ojos de Dios (Jn 17,11.19). Es tener una visión más real de nosotros mismos, de la sociedad, de la realidad, y una conciencia más crítica frente al sistema neoliberal que toma cuenta de todo y se presenta a todos por todos los medios como siendo la única verdad.
  • Conciencia serena: algunos traducen recta conciencia. Preferimos traducir conciencia serena. En portugués, la expresión “recta conciencia” acentúa la dimensión moral: una conciencia moralmente correcta. Sin excluir la realidad moral, el acento de la Regla es otro. Es tener una conciencia fundada en la humildad. El corazón puro va generando en nosotros la conciencia tranquila. Es la conciencia de quien encontró en Dios la raíz de su ser, la fuente de su paz y de su identidad.
  1. Elías y María y el ideal de vida carmelitano
  2. La Regla del Carmen alude al Monte Carmelo y a la fuente que allí existe, pero no habla del profeta Elías, ni de María. No menciona sus nombres. Las dos figuras, que, desde el comienzo, marcaron y continúan marcando hasta hoy la espiritualidad del Carmelo, están ausentes en la Regla. ¿Por qué? Es que el único pedacito de tierra que yo no puedo ver nunca es aquél que está debajo de mis pies. Es lo que me sustenta y da firmeza.
  3. La fuente de la que habla la Regla es la fuente del profeta Elías, que existe en el Monte Carmelo hasta nuestros días. La capilla que construyeron por orden de Alberto estaba dedicada a santa María del Monte Carmelo. ¡Elías y María! El ideal que los carmelitas descubren en el profeta Elías es este: “Vive el Señor en cuya presencia estoy” (1Rey 17,1). El ideal que nos indica María es: “Hagan todo lo que el les diga” (Jn 2,5). Este doble ideal de Elías y María estaba debajo de los pies de los primeros carmelitas y se expresaba en la propuesta que ellos le llevaron a Alberto. Siguiendo este camino, podemos vivir en obsequio de Jesucristo y servirlo fielmente con corazón puro y conciencia serena.
  4. La Regla del Carmen no debe ser vista como un conjunto de normas para medir la perfección de nuestra observancia, sino como una puerta que ofrece un nuevo acceso a la fuente que es Jesús. Entrando por esta puerta y siguiendo por este camino, el corazón se purifica, la conciencia encuentra serenidad (RC 2) y la presencia de Dios se manifiesta. Viviendo la Regla, se realiza en nosotros lo que le ocurrió al profeta Elías en Querit: beberemos de la fuente y seremos alimentados por Dios ( 1 Rey 17,1-6). Se realiza lo que ocurrió con María en Nazaret: recibiremos la Palabra de Dios y ella se encarnará en nuestras vidas (Lc 1,38).